El placer por encima de la libertad

Aldous Huxley publicó su novela “Un mundo feliz” en el año de 1932 y es considerada, junto con «1984» de George Orwell, una novela de ciencia ficción, pues plantea una serie de escenarios bastante adelantados para su época.

Una lectura bastante ligera, digerible y amena para plantearse diversas cuestiones acerca de la posmodernidad y cómo esta funciona, pues se habla del condicionamiento humano por parte de las élites a través de diversas técnicas inducidas desde la infancia.

En este mundo, las personas no conocen el sufrimiento de muchas cosas, no saben lo que es trabajar arduamente, no saben del envejecimiento, la obesidad o la mala salud, tampoco han apreciado la existencia de la antiestética y mucho menos conciben la infelicidad.

Para muchos, estas condiciones de vida serían las óptimas; un lugar donde todos fueran felices, pues el bien común es un objetivo mayoritario en las sociedades actuales, así como resolver y tener la menor cantidad de problemas de cualquier índole posibles.

No se debe perder de vista que dichas ideas son bastante utópicas; entonces resulta imprescindible preguntarse: ¿a qué costo se obtendrían todas éstas favorables condiciones de vida? Imagina un mundo en el que seas visto como un torpe salvaje incivilizado por ser monógamo, tener hijos o llorar por algún ser querido, pues eso es de personas dependientes y débiles.

Sin mencionar que si posees defectos físicos eres un ser repugnante. Tampoco debemos ignorar cómo funciona nuestra sociedad actualmente, pues cada vez se normaliza más la falta de compromiso y el individualismo, dejando de lado el esfuerzo que conlleva involucrarse en una relación, siendo aparentemente más felices con nosotros mismos; siendo más liberales, mas no libres.

Se le da sentido a todo esto con la deconstrucción del amor romántico y la autosuficiencia en todos los aspectos posibles, pues eso es lo que ahora es sinónimo de éxito y felicidad, cada día se idolatra más el no depender de nadie.

Considerando que los fenómenos comunicativos están siempre lingüísticamente mediados, ¿es realmente el individuo un ser con libertad intelectual y de consciencia?

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